2 de Febrero 2020
El rastro de Madrid
“Una, dos y tres, lo que
usted no quiera para el rastro es”
Cantaba Patxi Andion.
Hoy visito el rastro de Madrid, después de muchos años.
La primera vez compré un cubo de pirita, para mi colección
de minerales.
Me costó cincuenta pesetas.
Hoy se comercia con otra moneda diferente.
El rastro de Madrid, es como todo en Madrid: “mu
grande”
Puestos de ropa, camisetas, chaquetones, pantalones…y al
montón.
Giro a la derecha y me encuentro una placita, con vendedores
de antigüedades, muebles de cocina del pleistoceno, relojes, gramolas,
esculturas, espejos, cuadros, candelabros…
Una calle más abajo, me encuentro con un curioso puesto, que
sólo vende llaves.
Y siguiendo la cuesta, una tienda en la esquina, que vende
muñecos.
Juntos están santos y muñecas semidesnudas.
Ahora estoy frente una tienda de artículos militares.
De vuelta, me paro en el escaparate de una tienda heavy,
llena de cuero,
camisetas negras y calaveras, su nombre: Marihuana
No podía faltar el tío de los barquillos.
Dejo atrás el rastro, tengo hambre y me lanzo a buscar el
típico bocata de calamares.
Lo devoro, huummm, están tan blanditos.
Después del paréntesis culinario, vuelvo al apartamento,
en
Puerta del Sol, de dónde se televisan las doces campanadas.
Madrid está como Málaga, el Jueves Santo: “abarrotá”.
Cuesta caminar, hay que ir esquivando a las diferentes
tribus urbanas, sudamericanos, japoneses, postmodernos,
parejitas de muchachos
y muchachas, policías y gente normal.
Por fin, me tumbo en la cama, a descansar, que esta noche,
canta María Ruiz, en a sala Galileo Galilei.
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