3 de Enero de 2020
La burocracia.
Hoy vamos a arreglar unos
papeles.
Antes de nada, quiero dejar claro el trabajo eficaz que la
mayoría de los funcionarios, de Málaga, desarrollan. Y digo de Málaga, porque
son los que he tratado, durante muchos años de trabajo, antes de mi jubilación
forzosa.
Y digo mayoría, porque existe una minoría, que no desarrolla
su labor, y lo único que saben es poner trabas, y no procurar soluciones.
Las oficinas que visito pertenecen a la Junta de Andalucía.
Aquí, todo va con cita previa. Me imagino que para evitar
aglomeraciones y para proteger, del estrés, al funcionario.
Tenemos la cita solicitada desde mediados de Diciembre.
Nada más llegar a las oficinas, tenemos que validar la cita
en una máquina, para que sepan que has llegado.
En breve, aparece mi referencia en la pantalla, acompañado
del número, que indica el lugar del mostrador, a donde me van a atender.
-¡Buenos días!
-¡Buenos
días! Ustedes dirán.
-Venimos a
hacer el trámite de una herencia.
-Este
trámite no lo puedo hacer yo. Ustedes habéis solicitado una cita para sucesiones y
donaciones. Pero el tema de herencia lo lleva otra compañera.
-¡Vale!
Habrá sido un malentendido cuando pedimos la cita, por teléfono. ¿Me puede
pasar con la compañera?
-No puedo.
Tienen que sacar otra cita.
-Mire, es
que yo he pedido el día libre en el trabajo, para acompañarle, porque él no
puede venir solo. –Intervino mi mujer.
-En ese
caso, puede hablar con “fulanita”, en el despacho número “n”.
-¡Muchas
gracias!
-Siento no
poder atenderles.
Traspasamos el mostrador y, vamos al despacho de “fulanita”
“Fulanita” está hablando con “menganita”. Y, educadamente,
esperamos en la puerta.
Cuando terminan,
“fulanita” sale a la puerta de su despacho.
Le explicamos lo sucedido. Lo mismo que le contamos al
primer funcionario que nos atendió.
-Pues lo
siento. Deben de solicitar otra cita, para la compañera.
-Mire
usted, le repito que por error pedimos la cita equivocada de departamento.
-Nos pueden
atender. (Mi mujer le vuelve a explicar que ha tenido que pedir el día libre).
Dicen que la cara es el reflejo del alma, y por la expresión
de la señora, entendimos que íbamos a luchar con un alma dura.
-Es que os
habéis equivocado. Todos los días viene gente contándome cosas y problemas,
para que los atienda.
-Nosotros
solo pretendemos hacer un trámite, y solicitamos su ayuda para llevar a cabo
dicha gestión.
-Pues yo no
puedo hacerlo.
-Pues déme
las hojas de reclamaciones. Porque no es justo. –Intervino mi mujer-
-Es que
esto lleva un proceso. Además, yo intentaría rellenarle el impreso, pero
tendrían que sacar otra cita para entregarlo. Y no sé si podría ser hoy.
-Por favor,
rellénelo y nosotros sacamos número para presentarlo.
-Déjeme las
escrituras del notario. Y, “fulanita” se retiró a su despacho. Voy a ver lo que
puedo hacer.
Nosotros fuimos a la máquina, a solicitar un número para
presentar la documentación. Como era temprano (09:30) la máquina nos dio cita
para esa misma mañana.
“Fulanita”, tardó más de treinta minutos en rellenar el
impreso, cuando lo normal, es que se haga en cinco minutos.
Por fin, salió de su despacho, y nos entregó la
documentación.
-¿Habéis
conseguido número para presentarla?
-Sí.
Ya se había pasado nuestro turno. Se lo comentamos a
“menganito” y nos atendió, muy amablemente, en seguida.
Acabado el trámite, mi mujer, se dirigió al despacho de
“fulanita” para darle las gracias.
-Vienes.
-No. Voy a
comprarle un ramo de flores y una caja de bombones.
Nos sentimos muy mal, con la actitud de la señora.
Parecíamos delincuentes o estafadores que queríamos engañar
a la administración. Un trato que no se merece el usuario.
Afortunadamente, fue la excepción que confirma la regla.
“Los funcionarios son como los libros de una biblioteca: los situados
en los lugares más altos son los más inútiles”
Paul Masson.